En una isla vivía un pequeño niño llamado Martín, siempre estaba descalzo, disfrutaba el tacto de la arena en sus pies, sentir las hojas, y el agua, sus pies eran como extensiones de sus manos que también podían sentirlo todo. Martín vivía solo desde muy pequeño, los árboles le daban de comer y los manantiales de beber, todos los días se bañaba en una laguna en medio de la isla y también había aprendido a hacer instrumentos musicales con algunos restos de cocos y palos de bambú. Martín no se sentía solo, la Isla lo cuidaba…