Impostora

La vida de Sara transcurría entre mil tareas de las cuales pocas, muy pocas las hacía con verdadero agrado, pasaba lo días lamentándose, pensando en los hubiera, deseando poder regresar el tiempo, y dejando que el presente se le esfumara de las manos, así pasaba los días, todos eran iguales.

Cada día que pasaba se desconocía un poco más, a veces el trajín la hacía no percatarse de los cambios hasta que llegaba el fin de semana y entonces podía tomarse un tiempo para hacer una pausa, mientras mojaba su rostro se miraba al espejo notando que algo había diferente en ella. Era como ver a otra persona, se tallaba los ojos y volvía a mirar con más atención, en su cabeza intentaba convencerse de que solo era la edad la que le había cambiado el rostro, el gesto gentil incluso la sonrisa inocente.

Pasaron días y comenzó a soñar de manera recurrente. A veces lograba recordar lo que soñaba, y con frecuencia eran sueños que hubiera preferido olvidar. Siempre amanecía cansada, con un dolor intenso en los brazos y en las manos como si en lugar de dormir hubiera pasado la noche luchando con algo.

Una noche soñó con ella, aquella que le parecía conocer de algún lado, sabía que le era muy familiar pero no le agradaba tenerla cerca, aunque solo fuera en sueños.

Cada vez le era más difícil lograr dormir, era como si su subconsciente de alguna manera supiera de aquel peligro al que se exponía si llegaba a ese estado de inconsciencia en el que los sueños cobran vida. Pasaba gran parte de la noche pensando en todo lo que le hubiera gustado hacer, en lo diferente que sería su vida si hubiera hecho esto o aquello, y cuando por fin lograba estar lo suficientemente cansada para caer dormida, terribles sueños la despertaban a mitad de la noche para nuevamente tener insomnio.

Sara estaba cansada de no poder tener una noche tranquila de sueño reparador y con más razón anhelaba que otra fuera su suerte.

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