Hola soy Gummer, sé que así me llamo porque así me puso el primer amigo que tuve, aunque nuestra amistad duró muy poco tiempo, comenzó el día que me saco de esta tienda en la que yo era una de las estrellas más buscadas, siempre llegaban preguntando por mí, aunque esperaban que yo fuera más grande la mayoría de las veces, porque siempre me dejaban, todo el mundo llegaba a olerme y admirarme entre sus manos, sin duda fue una de las épocas en las que me sentí más importante.
Después llego Tony, un niño de 2 años y medio que todo el mundo decía que era muy listo para su edad, hablaba perfecto, por eso a su aún corta edad me llamo Gummer, y todos los días preguntaba por mí y me llevaba con él, bueno, a mí y a mi hermano, que también lo llamaba como yo, éramos los hermanos Gummers, y todos los días antes de salir de casa Tony preguntaba a su mamá por nosotros para salir con él y acompañarlo en cada paso, brincamos charcos juntos, nos revolcamos en el lodo, nos encantaba jugar a la pelota hasta que un día Tony creció y su mamá le dijo que ya no podía salir con nosotros, que éramos ya muy pequeños para él, así que por mucho tiempo quedamos olvidados en su habitación.
Tiempo después una vieja amiga de la mamá de Tony nos visitó y ahí conocí a mi segundo amigo, Su mamá nos presentó, él se llamaba Fonsi y ese mismo día compartimos el camino, Fonsi tenía muchos más amigos que lo acompañaban cuando salía de casa, pero para Fonsi nosotros los hermanos Gummers éramos los preferidos para estar en casa, pocas veces salimos juntos. Un día la mamá de Fonsi dijo lo mismo que la mamá de Tony, que éramos demasiado pequeños y que era hora de que se olvidará de nosotros, a pesar de que Fonsi se puso muy triste su mamá le convenció de que nos llevaran a un lugar donde encontraríamos a muchos más amigos a quienes acompañar.
Una mañana la mamá de Fonsi nos metió en una bolsa junto con todos los juguetes que a Fonsi ya no le divertían, dimos un largo paseo en el auto y llegamos a un lugar en el que estuvimos guardados por mucho tiempo, hasta que un día un niño rompió la bolsa, iba acompañado de muchos más niños y niñas y todos comenzaron a jalar la bolsa, todos los que estábamos dentro de la bolsa nos asustamos, no sabíamos que estaba pasando, hasta que uno de ellos grito, ─ ¡¡éste es mío!!, levantando un pequeño dinosaurio rojo que Fonsi había perdido y que su mamá había encontrado detrás del mueble de la televisión esa mañana que nos trajo aquí.
Así comenzaron los niños a repartirse todo lo que había en la bolsa y otras se las arrebataban cuando no se ponían de acuerdo. Pero nosotros, los Gummers pasábamos de mano en mano sin que nadie nos tomara mucho en cuenta, la mamá de Fonsi nos había atado para que no nos perdiéramos en el camino, pero era tanto el ajetreo entre los niños que en uno de los tantos jaloneos, el nudo se desato y mi hermano termino al otro extremo, ya no lo alcanzaba a ver, grite y grite su nombre día tras día pero nadie me respondió, grite tanto que mi lengua se quedó floja y mis cuerdas también, no puede hablar por mucho tiempo, comenzaron las lluvias y el piso se llenó de lodo, creo que ya nadie podría reconocerme si me viera ahora, ¿cómo llegue aquí?.
Pasaron muchos, muchos días, había logrado con ayuda de los arroyuelos que se forman tras la lluvia lavarme un poco y acercarme a la orilla de lo que parecía un camino, mucha gente pasaba por ahí todos los días, señoras, señores, señoras con hijas y con hijos, a veces con perros que me olisqueaban al pasar y con la plena intención de dejarme un recuerdito, pero sus amos siempre llevaban prisa y terminaban tirando de su correa para que siguieran caminando y de muchas me salve. Pero de otras no tanto, a veces pasaba la gente y me pateaba sin darse cuenta, así me recorrí casi media ciudad, ¡a patadas!, hasta que llegué a una calle llena de gente con mucha fiesta, era ya de noche, pero la calle estaba llena de gente riendo, conversando, algunos bailando y otros cantando, aunque era de noche no parecía, la calle estaba iluminada con mil foquitos de colores que colgaban de los cables que van de poste en poste para llevar la electricidad de casa en casa.
Era la primera cosa linda que veía en mucho tiempo, tanta gente reír, niños jugar, música, luces, colores que empecé a sentir como me elevaba poco a poco y me sumergía en ese ambiente lleno de emociones, hasta que un fuerte impulso me sacudió y en un abrir y cerrar de ojos ya estaba en el cielo, suspendido por mis cuerdas, formaba parte de la decoración que con foquitos de colores alumbraba la calle. En ese instante todos me miraron y comenzaron a aplaudir a quien al parecer había sido el causante de ese impulso que me había hecho llegar hasta ahí. ─ Bien hecho Pedro!!, gritaron algunos emocionados. Esa noche lo pasamos muy bien, era como si yo fuera el invitado de honor, a partir de que Pedro me hubiera lanzado a los cables todo giraba en torno a mí y a lo bien que lucía haciendo juego con la decoración de luces.
Esa fue la primera de muchas noches de fiesta, que por lo regular eran cada semana, durante la semana todos andaban muy atareados, Juanito y Teresita salían corriendo de su casa a medio peinar para la escuela y su mamá detrás de ellos llevándole sus mochilas. Pedro, sin embargo, se levantaba muy de mañana antes de que saliera el sol para ir a trabajar, siempre decía que era mejor madrugar a que te madrugaran. Jacinto era todo un caso, todo el mundo tenía que arrearlo para que lograra terminar algo, tenía mil compromisos, pero solo con algunos cuantos lograba quedar bien, le encantaba ir a jugar cartas al lugar de don Artemio que vendía agüitas de diferentes sabores para los que terminaban muy sedientos después de tanto trabajar. Muchas veces iba su señora esposa a traerle de las orejas porque no llegaba con los encargos de su mujer y se quedaba a jugar el dinero del mandado en las cartas.
Pero Sin falta todos los viernes a las 7:30 de la noche Doña Catita saca su sinfonola, mientras que Doña Agraria la mujer de Jacinto se emperifolla toda, Jacinto saca las sillas de su casa para quien quiera tomar asiento, Juanito y Teresita salen corriendo con la pelota buscando con quien hacer equipo para jugar futbol, Laura la esposa de Pedro saca los sándwiches y los refrescos para compartir, y Pedro sin falta, se alista para cantar.